MGM fue el ministerio de propaganda del imperio americano. Transmitía los mensajes del Pentágono, la épica de los vaqueros, el anticomunismo, la cruzada contra apaches, coreanos o bolcheviques.
John Wayne, el macho, el americano más famoso del mundo tras el presidente Lincoln, hizo todo lo posible para evitar el servicio militar en la Segunda Guerra Mundial; luego llegó a ser considerado el modelo del soldado americano. Hubo un Hollywood tenebroso en los tiempos del senador McCarthy, cuya cojera no era resultado de una herida en el frente, como él decía, sino la consecuencia de haberse caído por unas escaleras.
El Comité de Actividades Antiamericanas, con sus listas negras en el tiempo de los canallas, aconsejaba a los niños ser delatores de los comunistas y los maricas. Y sin embargo aquel Hollywood de antes y de después de la Guerra Fría recibió a actores, directores y escritores españoles republicanos y franquistas, de derechas y de izquierdas. Quiero decir que lo nuestro puede ser peor.
Un derechista como Edgar Neville llegó a proclamar: «Este es un país encantador, y el que acierta se hincha». Blasco Ibáñez, republicano y esperantista, vendió sus libros para las grandes películas. Sara Montiel, Poncela, Neville, Mihura, Tono se pasaban la vida con Charlot haciendo gamberradas. Buñuel adoraba América antes de conocerla. Todo le gustaba: las películas, los rascacielos y hasta los uniformes de los policías. Se compró un rifle y un coche. Hizo papeles de barman y se limpiaba los zapatos en el vestíbulo de los estudios para ver pasar a las estrellas.
Cuando Chaplin vio por décima vez Un perro andaluz oyeron un ruido bastante fuerte. «El mayordomo chino que hacía de operador -cuenta don Luis- acababa de desplomarse, desmayado». Carlos Arniches no quiso ir a América porque no había agua de Solares pero los que fueron muchos años después triunfaron: Garci, Almodóvar, Trueba, Paz Vega, Banderas, Penélope. Ninguno de los escritores, directores o actores fueron tan mal tratados como Javier Bardem aquí en su propia patria.
Al Duque le dio una medalla el Congreso con esta inscripción: «John Wayne, America». Yo pido una medalla del Congreso de San Jerónimo que diga: «Bardem, España». Es para resarcirlo de las injurias. Le llaman titiritero para denigrarlo y lo insultan cada día. Es el último toro al que abuchean aunque es bravo. A pesar de ello ha superado los estigmas, ha ganado un Oscar y ha logrado que la estrella española vuelva al jergón casero.
Ahora dicen que hace un papel magistral, asombroso, en Biutiful. Interpreta a un buscavidas en el infierno de la nueva esclavitud en un top manta de vagabundos y borrachos. Y se come la película con su físico de estibador, de cachas, que jugó en la selección nacional de rugby.
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