La crisis cierra negocios, destruye empleos y disuade incluso a los más audaces. Pero no a todos. Hay un pequeño grupo de ciudadanos inmunes al desánimo económico, a las cifras negativas, a las dificultades del crédito. En el último año y medio el Régimen de Autónomos de la Seguridad Social (RETA) ha perdido más de 180.000 cotizantes netos, el dato más negativo de los últimos 30 años. De ellos, casi 21.000 eran extranjeros. Pero seguro que ninguno era chino. Porque, de hecho, la crisis ha convertido a los inmigrantes del gran país asiático en el grupo foráneo más numeroso del Régimen de Autónomos. Cada vez hay más emprendedores orientales: en septiembre eran 26.626, según destaca la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), un 11,5% más que hace 12 meses.
La cifra no es despreciable si se tiene en cuenta que entre los rumanos, hasta ahora el primer colectivo de inmigrantes por número de afiliados al RETA, se han dado de baja en el último año 20.080 autónomos, dejando su censo reducido a la mitad. Buena parte de ellos se dedicaba a los trabajos auxiliares de la construcción, que los ha arrastrado en su caída; otros han regresado a su país alentados por los planes de retorno voluntario del Gobierno, y muchos, al ser reconocidos como trabajadores comunitarios, se han convertido en asalariados, explica una portavoz de UPTA.
Aunque la del autónomo no es, desde luego, la única fórmula utilizada por los inmigrantes chinos para ganarse la vida en España. «Cada vez creamos más sociedades limitadas», explica Chen Shengli, vicepresidente de la Asociación de Chinos en España.
«Somos más luchadores, por una cuestión cultural», presume Chen, «y cuando hay crisis, trabajamos más, ampliamos nuestra gama de productos, reducimos los márgenes de beneficio y damos mejor servicio para luchar contra la competencia». Una portavoz de la Asociación de Jóvenes Empresarios Chinos de España, que no quiere dar su nombre, lo explica por su incapacidad para el desaliento: «Si nos sale mal un negocio, cambiamos por otro». «No nos rendimos y arriesgamos bastante», recalca Chen. Además, dice, para los chinos es primordial la idea de dejar dinero a los hijos. De ahí que China posea la tasa de ahorro nacional más alta del mundo, casi el 40%.
Aunque, matiza la joven empresaria, no es cierto que la crisis no les afecte: «Comprar en China también es más caro ahora [buena parte de ellos se dedica a la importación/exportación], y los bancos aquí nos piden más papeles que antes». «El grifo del crédito», añade Chen, «se ha cerrado para todos». La diferencia estriba en que los chinos se prestan dinero entre ellos y la familia siempre acude al rescate financiero de sus miembros cuando hay problemas.
Además, los orientales han demostrado una capacidad de adaptación fundamental en su receta mágica para el éxito. Boutiques de moda, tiendas de calzado, ópticas, gestorías, tiendas de informática, agencias de viajes... Ya no se trata sólo de restaurantes y Todo a 100 o la versión china del ultramarinos abierto casi las 24 horas (un nicho de mercado que supieron explotar casi en exclusiva). Chen Shengli, por ejemplo, dirige una empresa de sanitarios y mobiliario de baño de diseño.
Aunque no es el único cambio. «Hace 30 años, los inmigrantes procedían de zonas pobres de China y sólo montaban restaurantes. Ahora cada vez llegan más estudiantes y turistas, pero también hombres de negocios e inversores. Gente preparada, que habla inglés. Ya no vienen sólo a trabajar por un sueldo mejor», señala Chen. Además, ha irrumpido la segunda generación de inmigrantes, jóvenes que dominan el español, participan en las instituciones y, recalca el empresario, quieren acabar con la imagen de opacidad y distanciamiento que ha sufrido hasta ahora su comunidad.
Hace casi dos años, el presidente y el vicepresidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios Chinos en España se presentaron en la sede de Comess Group en Madrid y ofrecieron a la cadena española dueña de las Tabernas Lizarrán abrir un local en China. Xufeng Zhou y Ge Ye tienen la doble nacionalidad. «Sus padres vinieron en los 80 y montaron restaurantes. Así que conocen la hostelería porque es lo que han vivido. Después se dedicaron a la exportación/importación (tienen tres oficinas comerciales en China) y ahora aportan su experiencia adquirida aquí para implantar el negocio en su país. Además, están vinculados con la clase política china y tienen una relación muy directa con la Administración», subraya el director general de Marketing de Comess Group, Joan Manel Gili. Hasta septiembre han abierto dos locales, ambos en Suzhou, a 80 kilómetros de Shangai, que facturan millón y medio de euros anuales.
El contrato prevé la apertura de 50 tabernas en 15 años. Dos extremos geográficos y culinarios se dan la mano: el 40% de los 'pintxos' que se comen en Suzhou no llevan pan y, en lugar de contar los palillos antes de cobrar al cliente, se cuentan... las cucharitas de porcelana sobre las que se sirve la tapa. Mientras el jamón se importa de España, los ingredientes perecederos se compran allí.
El contrato prevé la apertura de 50 tabernas en 15 años. Dos extremos geográficos y culinarios se dan la mano: el 40% de los 'pintxos' que se comen en Suzhou no llevan pan y, en lugar de contar los palillos antes de cobrar al cliente, se cuentan... las cucharitas de porcelana sobre las que se sirve la tapa. Mientras el jamón se importa de España, los ingredientes perecederos se compran allí.
Y es que un mercado de 1.300 millones de personas es un bocado muy apetitoso. Los 148.253 inmigrantes chinos en España son una eficacísima puerta de entrada a un país donde las diferencias culturales y legales pueden dar al traste con cualquier intento de aproximación empresarial. Así lo entienden La Caixa, Caja Madrid o el BBVA, que han contratado empleados chinos para atender a sus compatriotas en las sucursales de los barrios con mayor presencia inmigrante (tres Caja Madrid, más de 16 La Caixa). «El cliente chino es más fiable», asegura Chen Shengli, «siempre cumple, nunca debe dinero a los bancos; antes se lo pide a la familia».
De ahí que La Caixa haya incluido el chino en sus servicios de banca 'on line' y en los cajeros automáticos, donde pueden usarse ya las tarjetas de China Unionpay. De hecho, la caja catalana presume de tener hasta 77.000 clientes chinos. Y ha abierto un Centro de Apoyo al Negocio con Asia en Barcelona. El equipo gestor es oriental. Y sus clientes, empresarios asiáticos con relaciones comerciales en ambos extremos del planeta. Chen, por ejemplo, exporta a China el vino del Real Madrid y dice que otros compatriotas venden aceite de oliva e incluso jamón.
El objetivo es doble: La Caixa, a través de Criteria, posee el 9,85% de The Bank of East Asia, el quinto mayor banco chino. Y el BBVA participa con un 10% en el Citic Bank, el séptimo del 'ranking' local.
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