Al borde de la muerte

«Hoy cumplo 69 años y lo hago sobre un escenario», exclamaba Johnny Hallyday el viernes pasado a los miles de fans que abarrotaban el Stade de France que, en días de partido, llega a acoger 83.000 espectadores sentados. «Sesenta y nueve es un número bastante erótico, creo», añadió el veterano rockero francés en alusión a la célebre canción de Serge Gainsbourg.

Aquél fue el primero de los conciertos que Johnny ha ofrecido este fin de semana en el templo balompédico del suburbio norteño de Saint-Denis, ese recinto al aire libre donde estrellas internacionales como Madonna apenas logran llenar una noche y él se permite la chulería de anunciar tres shows consecutivos. Claro que esta gira es especial, porque el ídolo más querido por los habitantes del Hexágono viene de superar un cáncer de colon, un coma inducido de varias semanas y una larga depresión y adicción al alcohol.

«Creí que no podría volver a cantar nunca más», declaró hace unos días al diario Le Figaro. Para afrontar con seguridad su regreso, el cantante recuperado no se lanzó inmediatamente a los ruedos de la música en directo, sino que pasó el otoño de 2011 cumpliendo su viejo sueño de ser actor teatral en el parisino Théâtre Édouard VII, interpretando El paraíso sobre la tierra, una pieza poco conocida de Tennessee Williams, elegida quizá en honor a su éxito de 1985 Quelque chose de Tennessee, dedicado al dramaturgo estadounidense.

Por fin, el pasado 14 de mayo, recomenzó en Montpellier el Live Tour 66 -iniciado cuando la estrella tenía esa edad e interrumpida a causa de sus problemas de salud-, que ha llevado a Hallyday y su banda por 21 estadios del país y culmina su periplo nacional al norte de París, esa ciudad natal que le había visto actuar hasta ahora 711 veces. Tres años sin pisar los escenarios ni reencontrarse con los fans parecen mucho para el héroe favorito de los franceses -con permiso de Zidane-, quien se enfrentaba a esta gira con la desventaja de las ventas decepcionantes de su último álbum de estudio, Jamais Seul, grabado con la colaboración del talentoso Matthieu Chédid.

Así como, hace tres años, Hallyday logró meter a 230.000 espectadores en Saint-Denis, esta vez la venta de entradas ha ido peor -échenle la culpa a la crisis o a la ausencia de un hit radiofónico reciente- y se productor Gilbert Coullier se ha visto obligado a rebajar el precio de los tickets a última hora, en internet, para conseguir una afluencia de público estimada entre 150.000 y 160.000 asistentes sobre un aforo completo posible de 180.000. Eso hacen 50.000 menos que en 2009, pero el escenario es considerablemente mayor...

En todo caso, el esperado retorno escénico con cumpleaños incluido se concretó el viernes en el legendario Alain Delon subiendo al entarimado para pedir al público que entonara el Happy Birthday ritual y, antes de eso, en dos horas y media de recital dividido en tres partes (rock, sinfónico y acústico), con versiones de todos sus éxitos y dúos con figuras de distintas generaciones de la música pop gala. Johnny llegó a escena subido en una gigantesca bola volante y encendiendo a la audiencia con Allumer le feu, y se retiró exhausto, después de dejar para el segundo bis una honda versión, con sólo piano y voz, del Quand on n'a que l'amour de Jacques Brel.

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