Dejó de ser el ganador

El All Star ya no es lo que era, evidentemente, pero tal vez no hasta tal punto de esquivar la posibilidad de un lanzamiento ganador. Eso, renunciar al culmen del espectáculo, pecador mortal, es lo que hizo LeBron James en la 61 edición, celebrada 20 años después otra vez en Orlando. Pese a la coincidencia con los Oscar, que no perjudicó tanto las audiencias, fue una cita de récords (muchísimos) y de gatillazo, que en España será recordada también porque fue la primera de Marc, el segundo español, la quinta de la saga Gasol. 

Con las defensas brillando por su ausencia, como viene siendo habitual, el Oeste había dominado con solvencia y hasta aburrimiento mientras Kevin Durant hacía méritos para su primer MVP y Kobe Bryant se colocaba primero en la lista de anotadores históricos del Partido de las Estrellas, pasando, nada menos, que a Kareem Abdul Jabbar y Michael Jordan (con los 27 del domingo, el de los Lakers suma 271 en 14 partidos). Pero el Este se vino arriba finalmente remontando de la mano de Dwyane Wade (triple-doble con 24 puntos, 10 rebotes y 10 asistencias) y James, la pareja de los Heat. Pese a que los de rojo habían batido la marca de anotación al descanso (88), los de azul estaban ya a tiro de piedra. ¿Y qué mejor desenlace que un tiro ganador sobre la bocina? Eso es en lo que pensaba todo el Amway Arena. El caso es que el balón, tras un rebote ofensivo, cayó en las manos de LeBron y él no pensó lo mismo, para estupor general. 

«Sí, [Kobe] me estaba diciendo que tirara», confesó después LeBron quien, inexplicablemente -sólo hay que mirar las caras de Carmelo Anthony el propio Bryant, su defensor- pasó, mal, el balón. Blake Griffin lo robó y se acabó lo que se daba (152-149, otra marca, la del mayor marcador final). «No puedo perder un balón como ése», se disculpó. 
Pese a que James se había lucido hasta el momento con 36 puntos, los mismos que Durant (fue la segunda vez de la historia que dos jugadores anotaron más de 35; en 2003 lo hicieron Iverson y Garnett) y seis triples (también récord, al igual que los 26 que lograron entre los dos equipos), la acción postrera desató los fantasmas que acompañan a la estrella de Akron. Todos volvieron la vista a las pasadas Finales, cuando fracasó ante los Mavericks con el camino de cara para lograr su primer anillo... 

Marc participó en la segunda victoria consecutiva del Oeste con cuatro puntos y tres rebotes en apenas 14 minutos en cancha. «Estoy muy contento. Hemos ganado. Ese era el objetivo y lo hemos conseguido. Además, creo que el final, emocionante, hizo que el partido fuese todavía más emotivo e intenso», destacó el pívot de los Grizzlies, quien también confesó su nerviosismo inicial «como si fuera otra vez mi primer partido de la NBA». 

Incluso tuvo que disculparse por defender de más. «Hago lo que puedo. Veo que hay una ayuda y la tengo que dar», relataba entre bromas, en referencia a una acción con Kobe en la que se olvidó de que en este escenario no hay resquicio para la competitividad. Precisamente el de los Lakers, compañero, aún, de su hermano, fue el peor parado de la noche, pues Wade le rompió la nariz en una acción aparentemente fortuita en el tercer cuarto.

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